En síntesis, el continente aparece dividido en tres grandes áreas culturales o superáreas: 1) la América tribal (que ocupa el tercio septentrional de Norteamérica y el tercio meridional de Suramérica); 2) la América Nuclear (integrada por los dos grandes focos de civilización en el continente: Mesoamérica y los Andes Centrales), y 3) la América Intermedia o Area Circuncaribe (Andes Septentrionales, Baja Centroamérica y Caribe).
Entre los pueblos nómadas o seminómadas -muchos de los cuales quedarán fuera de la acción española- estaban los esquimales, atapascos, algonquinos, iroqueses, semínolas, comanches, siux, apaches, navajos, tupís, guaranís, patagones, fueguinos...
En las Antillas, escenario privilegiado de los
El sureste de Mesoaméríca, es decir el territorio que hoy forman Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras y los Estados mexicanos de Chiapas, Tabasco y la península de Yucatán, era a fines del siglo XV -y sigue siéndolo a principios del XXI- el área maya, integrada entonces por pueblos como los yucatecos, los itzáes en la zona del lago Petén Itzá (Guatemala), quichés, cakchiqueles y otros en la región meridional. Estos y los demás pueblos de lengua maya han demostrado una enorme capacidad de adaptación y resistencia a lo largo de su varias veces milenaria historia.
Sin embargo, hacia el año 1500 ya hacía mucho que había pasado el esplendor de la civilización maya (el período clásico se desarrolla entre el 300 y el 900 de nuestra era, y es seguido de un nuevo período de auge, con desplazamiento del foco cultural al Yucatán, que dura hasta mediados del siglo XV), y toda la región vivía ahora una fase de desintegración política (especie de reinos de taifas, se ha dicho), cuando no de abandono de ciudades, o de violencia y luchas internas. La decadencia maya fue anterior a la llegada de los españoles, que en este caso no la provocaron, aunque sí contribuyeron a mantenerla.
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